Entran los teloneros The Zephyr Bones en escena, iniciando el espectáculo con un estilo de música que bailaba entre The XX y Actic Monkeys. Caldearon el ambiente con su música alternativa mientras Razzmatazz se iba llenando a la espera de Future Islands.

Y es que, después de ser uno de los principales grupos del famosísimo festival americano Coachella, se han pasado por Barcelona para que no nos quedáramos sin probar ese trocito que los hace tan únicos. Un grupo que esta de puntillas, al borde de esa escalera que puede llevarlos a ser conocidos, a las giras mundiales, y a estar en las listas de los más escuchados en las radios europeas. Un objetivo que parece, no se han cansado de perseguir des de que se fundaron en 2006 en Baltimore, y ahora están más cerca que nunca de conseguirlo.

Tras dar a conocer su hit Seasons del 2014, que junto con el resto de canciones del álbum Singles, brillan por ser puramente del estilo Future Islands. Psicodélico, electrónico y rock todo junto, revuelto, y muy enérgico. Algo que desde el momento en que escuchas, se pega y te impulsa a levantar los pies del suelo y saltar.

Y eso fue lo que, sin duda lograron en Barcelona. Una sala llena, con todas las entradas vendidas. Empezando por Aladin tocaron también A Dream For You and Me y Long Flight, entre los platos fuertes de su actuación de un repertorio variado, haciendo ver que pueden ser ellos, los de antes y los de ahora, los que tocaban en salas pequeñas de América, y los mismos que llenan Razzmatazz y otras salas grandes durante toda la gira.

Con una banda totalmente monótona físicamente, pero dando un soporte musical a la voz muy destacable, el cantante brillaba por su excentricidad y movimientos que no tenían nada que envidiar a los de Ian Curtis, ofreciéndonos un show descontrolado, que se la iba de las manos.

De un lado al otro del escenario, se paseaba a toda prisa o despacio sacando de su boca esa esencia de bestia que dejaba constancia en cada movimiento y baile que realizaba, cada cual más extraño. Era casi como si la música de le metiera dentro y estuviera en trance, o poseído por ese arte que muy pocos han llegado a tocar. Un contraste dulce-salado entre sus partes más agresivas y las más sensibles en una misma canción. Brillante. Conseguía captar toda la atención del público.

Salió alguna que otra canción tranquila, que sorprendió por la repentina calma que aportó en un concierto que alcanzaba un ritmo rápido y que, costó frenar. La euforia estaba presente en cada rostro, que miraba al escenario como si le fuese la vida en ello, a la espera de algún movimiento raro, de alguna excentricidad. Pero en el tema: A Song of Our Grandfathers no pudieron encontrar ni un pellizco de toda la agresividad que había puesto en sus anteriores canciones. Como si cada verso le hubiera rozado el alma, cantaba con voz pausada, y hasta se agacho a cantarle a una fan, y le acarició la mejilla, con cariño.

La emotividad de esa canción, junto con el recuerdo de infancia que nos dijo, le hizo escribirla, nos deja ver una faceta no solo excéntrica, sino también sensible del propio Samuel T. Herring, muy diferente a la alocada y despreocupada que nos hacía ver superficialmente arriba del escenario.

Todo en completo, un concierto sorprendente de una banda que cabe esperar, veremos próximamente, en un directo que supera con creces las expectativas que tenía de ellos. Un directo que es mucho mejor que su trabajo en estudio, con diferencia.